Ismael Serrano: Reflexiones sobre la huelga

    Después de leer algunos comentarios surgidos a raíz de mi llamada a secundar la huelga me gustaría hacer algunas aclaraciones.
      Me sorprendió que algunos vieran en este llamado un ataque al derecho a ir al trabajo de aquellos que decidieran no sumarse a la convocatoria. ¿Por qué? Tan legítimo como ir a trabajar es no hacerlo para participar en la jornada de huelga. En principio, el ejercicio de un derecho no ha de entrar en conflicto con el otro.
      Algunos expresaban su negativa a participar en la huelga motivados por su postura crítica (y a mi modo de ver, a menudo, comprensible) hacia los sindicatos mayoritarios. Hablaban de su connivencia con el poder (sobre todo con el anterior gobierno), de su corrupción y del privilegio que para alguno suponen las subvenciones recibidas por parte del Estado.
      En primer lugar habría que aclarar que no sólo los sindicatos mayoritarios convocan la huelga. También lo hacen otras organizaciones sindicales, así como muchas asociaciones de carácter social y cultural y multitud de movimientos ciudadanos. Tiene sentido buscar en la convocatoria de una huelga general la complicidad de todas las organizaciones sindicales y ciudadanas puesto que se busca el paro generalizado de la actividad laboral en todo el país. 
      Quizá debiéramos recordar que los sindicatos CCOO y UGT son mayoritarios porque obtienen el apoyo de la mayor parte de los trabajadores que participan en las elecciones sindicales. No son los únicos que existen, pero sí los que tienen mayor representatividad en el conjunto de los trabajadores. También decir, con respecto a su representatividad, que los afiliados a los sindicatos (a estos y a otros) son muchos más que los afiliados de ciertos partidos políticos de cuya legitimidad de ninguna manera dudaremos. Aunque la mayor parte de sus ingresos vienen de las cuotas pagadas por los afiliados, los sindicatos reciben subvenciones, sí. Como también lo hacen las organizaciones patronales, los partidos políticos y muchas otras instituciones con mucha menor representatividad que los sindicatos. La Federación Española de Fútbol o los toros son también subvencionados. La prensa escrita y las televisiones privadas reciben dinero del Estado en cantidades muy superiores a las recibidas por los sindicatos.
      Como decía antes, comparto la crítica hacia unos sindicatos que, a mi modo de ver, debieran haber sido más contundentes en su enfrentamiento contra los poderes políticos que nos han llevado a esta situación de desastre y precariedad. Ante esta crítica uno puede tomar dos actitudes. Una: mostrar su indignación en foros como este, en las barras de los bares o en su entorno más inmediato, ejercer el derecho al pataleo y quedarse de brazos cruzados en casita. Otra: indignarse igualmente pero participar del tejido sindical para cambiarlo de forma que recupere su postura crítica y exigente, tal y como nos gustaría.
      Convengamos que lo primero es más fácil. No en vano, España es el país con menor filiación sindical de toda Europa.
      Muchos dicen: ¡¿dónde estabais cuando el anterior gobierno hizo los ajustes que hizo?!
Pues quizá en la calle participando de las movilizaciones ciudadanas que fructificaron en el 15 M. Quizá en la anterior huelga convocada con el gobierno de Rodríguez Zapatero. Yo sí sé donde estaba. No sé donde estaban los furibundos e indignados ciudadanos que ahora ponen en duda el compromiso ajeno.
      Hay quien pone la mirada en aquellos ciudadanos que, decididos a trabajar en la jornada de huelga, pueden recibir la presión o ser víctimas de la coacción de algunos piquetes. Desde luego que este tipo de coacción, más aún en su expresión más violenta, es reprobable. Pero es visible. La sugerencia de Dª Esperanza Aguirre de que la gente haga fotos a los piquetes pretende hacernos creer que la coacción de estos es un hecho habitual en la jornada de huelga. Conocemos de sobra la costumbre de la señora Aguirre de hacer fotos, señalar con el dedo y abrir expedientes propios de la Stasi a aquellos díscolos que se atreven a molestar. Como digo, esta coacción, de producirse, será visible y ahí tenemos a los Cuerpos de Seguridad del Estado para proteger al trabajador que en jornada de huelga decide ir al trabajo.
      Pero, ¿y las coacciones de los empresarios a los trabajadores? Por desgracia estas no son tan visibles y sus víctimas no podrán aportar la prueba gráfica que Aguirre sugiere como mecanismo de control ante los “excesos de la turba”. Y por lo que leo en los comentarios no  preocupan tanto a la gente. Convengamos que el desamparo de este trabajador ante el empresario es mayor que el del trabajador que quiere acudir a su puesto el 29M. No hay policía que lo proteja ante este abuso.
      Algunas críticas a la labor de CCOO y UGT, parecen esconder un rechazo al sindicalismo en sí mismo, al sistema de organización y representación de los trabajadores. He escuchado decir: que desaparezcan los sindicatos, la negociación colectiva, es hora de dejar de tratar al trabajador como a un niño. Atrocidades cómo esta sólo se formulan cuando se quiere eliminar una de las últimas barreras de contención ante las que se encuentra el capitalismo más feroz, más dickensiano. Lo que realmente se desea es que desaparezca la lucha sindical, con ella la lucha por los derechos de los trabajadores, y ya que estamos los derechos en sí mismos. Darwinismo económico, vamos.
      Lo cierto es que, lamentablemente,  gran parte de los trabajadores ha perdido su conciencia de clase. La muchacha que trabaja de dependienta en la tienda de ropa, el autónomo que hace equilibrios para llegar a fin de mes, el inmigrante que sueña en el andamio, el informático subcontratado por una ETT, el desempleado recién licenciado o el camarero de su hamburguesería favorita no se siente parte de un colectivo de trabajadores. Los sindicatos han dejado de ser referencia de lucha y de defensa de los intereses del trabajador para una gran parte de sociedad.
      Además la precariedad incentivada en la contratación ha conseguido su objetivo: tener trabajo deja de ser un derecho y se convierte en un privilegio, de tal forma que apenas reparamos en las condiciones en las que lo realizamos. Cuando lo importante es tener trabajo, sea cual sea, sea como sea, ¿por qué detenernos a mirar el salario, la seguridad del trabajador, su protección y su estabilidad? Nos olvidamos de que tan importante como tener trabajo es que este sea digno, que dignifique al que lo ejerce, que lo ayude a emanciparse.
      Si los sindicatos no se dan cuenta de que gran parte de las nuevas generaciones se sienten excluidas en sus sueños y anhelos, de que no se sienten representadas en las estructuras sindicales vigentes el ciudadano irá perdiendo poder de influencia en esta posdemocracia en la que, de forma cada vez más evidente, la soberanía le es arrebatada para ser ejercida por oligarquías financieras y empresariales.
      Otros comentarios hablaban de la legitimidad del gobierno elegido democráticamente para llevar a cabo las reformas. La mayoría absoluta del PP no avala sus actuales políticas puesto que no sólo no estaban en sus programas sino que representan lo contrario a lo que en ellos prometían. No se trata de ganar en la calle lo perdido en las urnas. Se trata de exigir que, cuanto menos, los políticos asuman la responsabilidad cuando tratan de engañar al ciudadano. De recordarles que su labor es presentar alternativas de gobierno que realmente proporcionen bienestar al ciudadano y que realmente sean alternativas. ¿Cómo se puede ejecutar una reforma laboral tan agresiva como la que se lleva a cabo para luego decir que el paro no va a dejar de aumentar? Se habla del paro, de los ajustes, de la crisis como si fueran fenómenos de la naturaleza, incontrolables, impredecibles, fuera del control de los gobiernos. Nos hablan de la obligatoriedad de las medidas como si fueran leyes naturales, resultado del determinismo científico. Sólo para desideologizar algo que sin duda tiene una gran carga ideológica y para justificar el abuso fragante que supone la puesta en marcha de sus políticas.
      Las mayorías absolutas no son cheques en blanco para el gobierno de turno. Por suerte participar en democracia también es ejercer el derecho a la huelga y hacer oír nuestras voces cuando la ocasión lo merece.
     Y esta ocasión me pareció que lo merecía. De forma urgente.
     Con todos mis respetos. Sinceramente suyo
Ismael Serrano

29MZ012



Me cae bien Santiago Niño Becerra. Y comparto mucho de lo que dice pero de todos modos y sin menoscabo de otras acciones......... yo voy

"¿Huelga general?, ¿manifestaciones?. Absolutamente inútiles para revertir las medidas adoptadas e invertir las tendencias existentes. A no ser que ser que su fin sea sacar adrenalina, desahogar tensiones acumuladas, eliminar energía contenida que nuestra sedentaria vida dificulta eliminar, nada de nada: gastar recursos en balde y que también reciban palos otros trabajadores: los antidisturbios, a los que también han recortado su sanidad, y su remuneración, y las escuelas de sus hijos, y a los que puede que acaben instalando un contador en el brazo a fin de pagarles en función de los porrazos que propinen. ¿Cómo se puede enfocar la lucha contra estas políticas destructoras del modelo de protección social?, de ninguna manera: es inevitable.

Hoy la situación, adaptando las circunstancias a los tiempos y siendo muy imaginativos, se podría parecer a la existente en 1820, 1830, o 1848. Los libros de Historia cuentan que sucedió y como acabaron. Sobre todo la del 48 (y su corolario colateral evolucionado: La Commune) fueron consecuencia de la evolución de una situación que ya estaba en el aire: la explotación de la clase obrera ya estaba dejando de ser rentable, por lo que había que empezar a darle cosas a los currantes de a pie, aunque dentro de un orden y de forma reglamentada.

Hoy existen elementos, y más van a existir, para que se montase una revolución. El pueblo, en general, y el factor trabajo: los trabajadores, en particular, van a perder casi todo lo ganado, perdón: todo lo que le ha sido concedido, en este último siglo. Por un lado el objetivo ya no es producir cada vez más; por otro la crecientemente sofisticada, barata y fácil de usar tecnología permite, a cada día que pasa, que se necesite menos factor trabajo para producir la cantidad de aquello que sea preciso (y esperen a que se generalicen las impresoras de sólidos); por otro más, como existe un mega excedente de oferta de trabajo, el precio de este está en caída libre y las condiciones laborales ya van por el sexto sótano.

Cualitativamente ya casi se están dando los elementos para montar un sarao como el que se montó en París en el 71 aunque en realidad la que se va a liar se parezca más a lo que desencadenó la masacre de Peterloo del 19. Lo que sucede es que ni hoy existe algo parecido a aquella burguesía -General Electric o el HSBC, aunque son sus tataranietos, no tienen ya ninguno de sus genes-, ni las clases populares hoy están tan desesperadas como aquellas que en París o en Manchester fueron hacinadas en aquellos siete arrondissements o machacadas en St Peter's Field.

Es decir, la evolución de la dinámica histórica ha hecho entender a los descendientes remotos de aquella burguesía explotadora y clasista que algo hay que dar a fin de que la gente sea consciente de que algo tiene que perder; si a eso se añade el levantamiento de otra Prohibición, como en el 33, y la versión actual del circo romano, tenemos una situación más o menos controlada con alguna carrera y algún aporreamiento para que no se diga que la gente está amuermada.

Al contrario de lo que proclama el denominado ‘movimiento obrero’ nada obtuvo la clase obrera a partir de 1880: se lo dieron porque era más rentable que aquellas gentes ganaran unas monedas más a la vez que ya no hacía ninguna falta que trabajasen catorce horas al día siete días a la semana; pero hoy nada hay que dar a los nuevos proletarios porque, a diferencia de entonces, la mayoría ya no son necesarios.

Y sí, es la situación idónea para montar un proceso revolucionario, pero ni se da un caldo social que favorezca tal proceso: años de ‘si lo quieres lo tienes’ amodorran los instintos reivindicativos), ni el nivel de carencias reales ha llegado a lo que entonces se daba: en 1870 el paro supero el 40% en el área de París y las gentes iban a las puertas de las cocinas de las casas señoriales en busca de las sobras de los banquetes, a eso, a lo de ir a las cocinas, ni hemos llegado ni llegaremos, aunque cada vez más necesitados acudan al anochecer a rebuscar en los containers de las grandes superficies. Es decir, a diferencia de entonces, el clima político-social no es el propicio para recrear hechos como los sucedidos en Chicago en Haymarket Square.

Pienso que tirar cuatro piedras y cortar cuatro calles hoy no sirve absolutamente para nada al margen de que, sigo pensando, ‘las fuerzas del orden’ han sido investidas con una absoluta licencia para disolver; junto a eso la prevención electrónica va a ser total, omnipresente, absoluta, justificada, claro está, por la búsqueda del mantenimiento de la seguridad.

Tirar cuatro piedras y cortar cuatro calles no sirve porque ya no interesa dar nada a quienes no sean necesarios más allá de un mínimo de seguridad, por lo que de producirse la protesta será reprimida ya que el tiempo juega en contra de la necesidad de cambio. Entonces, ¿no vale la pena protestar?. Pienso que sí, pero de otras maneras, usando otras vías, utilizando otros instrumentos.

¿Huelga general?. Sinceramente, no veo la utilidad para quien la hace en un escenario de capacidad productiva ociosa, de stocks no vendidos y de excedente de población activa.

Al respecto del asunto, la Sra. Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría dijo el pasado día 9 en el Parlamento “La huelga no es la solución. Un país donde 5,3 millones de personas no pueden trabajar necesita muchas reformas como esta, meditada, profunda y seria”. (El País 10.03.2012, Pág. 1). El problema es que ni esta ni otra reforma laboral puede reducir la tasa de desempleo porque ninguna ley puede crear demanda privada de trabajo: al tiempo.

(La Sra. Vicepresidenta no lo hizo, pero otros sí lo hacen: hablar de lo bien que van las cosas del empleo en USA. Vamos a ver si quedan claras esas cosas. A 29 de Febrero del año en curso, en USA, el desempleo afectaba al 8,3% de la población activa y el subempleo, eso que en España no se mide oficialmente, al 5,26%; además, el 1,68% de la población que podía trabajar y que había trabajado pero no desde hace tiempo, había dejado de buscar empleo porque no lo encontraba. En total 23 millones de personas susceptibles de ser activas se hallan en USA desempleadas o subempleadas en contra de su voluntad. Y, casi, casi, lo peor: el 50% del paro lo es de larga duración, lo que quiere decir que han agotado la percepción por desempleo.

¿Cómo puede hablar alguien de lo bien que van las cosas del empleo en USA cuando el Presidente de la FED se mostró hace un par de semanas hondamente preocupado por el desempleo de larga duración manifestando que es un problema de extrema gravedad, y cuando alguien como Goldman Sachs dice que USA debe crecer a como mínimo el 5% durante 5 años para que su empleo vuelva a una situación como la existente antes de la manifestación de la crisis?. Misterios misteriosos.

Para tener en cuenta: el 15% de la población USA utilizó para alimentarse en alguna medida el Diciembre pasado el programa Food Stamps)."

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.