Ni derrota ni victoria ni fin. Solo PAZ

Yo no puedo entender que se hable de una derrota de ETA, o de victoria del Gobierno. No me gusta la palabra fin, pues a menudo eso indica el cierre de un capítulo.

Y si, aquí se cierra un capítulo que se ha llevado muchas vidas de gente inocente. Gente que vivía, paseaba y pensaba.  Gente que convivía, y que la mala suerte la hizo coincidir con la barbarie, con la muerte. También se ha llevado la vida de gente que cumplía con su deber. Un deber nacido de una vocación al servicio de la sociedad (No del estado, recordémoslo) y de una promesa: velar por la seguridad de las personas. Porque para eso se hicieron Policías, Guardias Civiles, Ertzainas...

También ha llevado a la cárcel a gente que, de ahora en adelante, deberán expiar sus delitos pidiendo perdón, y decidiéndo si son capaces de buscar lo que quieren sin que sus manos vuelvan a mancharse de sangre.

Imagen tomada De Eneko
Pero, aunque este capítulo se ha cerrado, el libro es demasiado largo, y aún quedan muchas hojas por rellenar. Porque al final se trata de eso, de que unos dejen de matar para que otros, (dura tarea), puedan empezar a perdonar.

Es el fin de una organización terrorísta que ha comprendido que la violencia engendra más violencia, y que los muertos sólo generan odio y cementerios.

Sé que mucha gente no podrá perdonar. Sé que cuando defiendes con fanatismo unas ideas, es muy difícil arrepentirse. Y sé que habrá muchos que aún así, sigan pensando que nunca acabará. Cada uno es libre de pensar lo que quiera, pero recordemos que, sin la voluntad de olvidar, de perdonar, y de avanzar, el muro de berlín seguiría dividiendo Alemania.

Deseo que la gente intente comprender. Con eso, habremos ganado un mundo. Y a partir de ahí, cuando la comprensión y la voluntan quieren, Euskadi volverá a ser aquella tierra de corazones grandes, donde cualquier hombre se siente como en casa.








 Declaración de ETA (pdf)






Siete motivos para el 15-O


    Por Ignacio Escolar


1. Porque no me resigno a que de esta crisis sólo podamos salir agachando la cabeza, apretando los dientes y renunciando a lo que tantos años costó construir.

2. Porque no fueron ni los trabajadores ni los parados ni los profesores ni sus alumnos ni los médicos ni sus pacientes ni los pensionistas ni nuestros hijos quienes hundieron la economía. Pero sí son ellos, somos nosotros, los únicos que lo vamos a pagar.

3. Porque quiero un modelo fiscal donde cada cual aporte según su capacidad y cada cual reciba según su necesidad. Porque exijo ese “sistema tributario justo, inspirado en los principios de igualdad y progresividad” que me prometió el artículo 31 de la Constitución.

4. Porque la Constitución también me dijo que “la soberanía nacional reside en el pueblo español”, no en el Banco Central Europeo o en Wall Street.

5. Porque si hay dinero público suficiente para volver a rescatar a los bancos, a las cajas o a sus millonarios directivos, también debería haberlo para ayudar a esas familias hipotecadas que lo pierden todo porque no pueden pagar.

6. Porque las desigualdades económicas aumentan y me niego a que sea la eficacia, sin la equidad, el único patrón para medir el éxito de una sociedad.

7. Porque tal vez no sirva de nada. Porque tal vez nada vaya cambiar. Porque puede que sólo nos quede la protesta y la palabra. Pero lo que seguro que será completamente inútil es quedarse en casa y esperar sentado a que todo se solucione sin más.

Por estos siete motivos, y otros cuantos muchos más, este sábado 15 de octubre estaré en la calle para pedir al mundo un cambio global. Un cambio a mejor.

Inicio 15M; horizonte: 20N


15-M frente al 20-N




Por Nazanín Armanian











A pocas semanas de la anunciada ascensión al poder de la derecha más montaraz y mientras urge formar una alternativa electoral democrática y unitaria, el 15-M sigue debatiendo sobre el número de ángeles que caben en la punta de un alfiler.

Quienes piden el voto en blanco de la indignación popular, ignoran que esta fase ya está superada. La fobia a las instituciones y la fantasías de una «Democracia real» ya, libre de políticos y organismos corruptos “per se”, amenaza a los indignados en caer en las dos viejas enfermedades del activismo pasional: el «infantilismo» que conduce hacia el círculo vicioso de acción protesta, y el «voluntarismo» que niega las leyes sociales y reduce la realidad compleja del mundo interdependiente en el que vivimos al albedrío de unos jefes políticos, de nobles intenciones.
¿Alguien ha pensado que desde las acampadas y las asambleas se puede contener el brutal ataque de la derecha política-económica-religiosa-militar a las conquistas sociales? No habrá cambio posible sin la toma del poder de las instituciones. Pues, un país no es un barrio, ni las protestas y huelgas diarias son sostenibles. La acción política exige métodos creativos y dinámicos, como compatibilizar la «presión desde abajo» con la «gestión desde arriba».

La pobreza ya alcanza al 20 por ciento de la población española mientras la derecha, babeando su inminente asalto al poder, promete más penuria. Urge la construcción de un «frente amplio» de todas las fuerzas progresistas para impedirlo. Quienes desprecian el bagaje de los veteranos, herederos de cientos de años de prisión, exilio y clandestinidad y una durísima lucha por materializar el sueño de un mundo justo, manifiestan una inadmisible prepotencia y un narcisismo propio de los aspirantes a héroes que creen que la idea de abolir el capitalismo nació ayer y en la Puerta del Sol.

El 15-M puede mostrar su madurez ante este desafío. «Democracia ya» exige una hoja de ruta, con etapas y estrategias elaboradas, que debe empezar por frenar los recortes y recuperar los derechos arrebatados. En las urnas y en otoño es cuando se debe cosechar el fruto sembrado en las plazas en la primavera española.